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Entrevista Fernando Yáñez, gerente general del DCV. "El custodio sale a la cancha"

 

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Entrevista Fernando Yáñez, gerente general del DCV.

Revista Inversiones, El Mercurio, abril 2017

Una desconocida bóveda en el centro de Santiago guardó durante años los respaldos físicos de las acciones y bonos que se transan directamente en el mercado bursátil chileno. En su momento de apogeo, en 1998, llegó a acumular más de 6 millones de papeles que respaldaban algún tipo de activo financiero, registrando quién era su poseedor, así como quién tiene derecho a los ingresos que genera. El avance tecnológico ha hecho cada vez más innecesario el respaldo físico de esos documentos: con la desmaterialización de los mercados, la bóveda guarda cada vez menos papeles y su rol de custodia ha sido tomada por modernos datacenter ubicados en las afueras de la ciudad.

La casi olvidada bóveda pertenece al Depósito Central de Valores (DCV), quizá el jugador menos conocido del mercado de valores local, responsable de la custodia de acciones y bonos. Un rol indispensable para que una misma acción, por ejemplo, no se venda dos veces, y que ahora ve nuevas oportunidades de crecimiento, especialmente tras la aprobación de la Ley de Productividad. “La Ley nos amplió el camino”, dice Fernando Yáñez, gerente general del DCV, quien explica que los cambios normativos permitirán a la institución – de la cual son dueños entre otros, los bancos, las AFP y la Bolsa de Santiago- ampliar la cantidad de negocios en los que participan.

Un ejemplo de esto es el Registro Electrónico de Prendas, que es un acuerdo para la entrega de valores en garantía a favor de terceros. La tecnología permite ahora constituir prendas en el DCV a través de notificaciones electrónicas, lo que ahorra tiempo y dinero: el proceso pasó de un promedio de 12 días a solo segundos y el costo bajó en las de $100.000 por prenda. “Es un área que crece por sobre los dos dígitos mensuales”, asegura Yáñez.

De hecho, el negocio en general del DCV va al alza: los US$28,4 millones de ingresos que generó en 2016, representan un 11, 2% de crecimiento frente a 2015. Las utilidades de US$3,5 millones saltaron mas de 18, 5%.

No obstante, el paso mas importante que ha dado el DCV en busca de crecimiento tiene que ver con uno de los más significativos cambios en la renta fija chilena de los últimos años: la internacionalización de la misma.

Es que para que se pudiera concretar este viejo anhelo del mercado, la institución jugó un rol fundamental, trabajando junto a Euroclear para que los inversionistas extranjeros pudieran tener la seguridad de invertir en la renta fija chilena y para que, además, los papeles chilenos pudieran ser usados como colaterales.

“Para hacer eso, Euroclear tuvo que abrir una cuenta con nosotros y nosotros con ellos”, dice Yáñez. “Somos una suerte de corresponsalía en términos de tecnología bancaria”.

En el DCV están conscientes de que con la internacionalización del mercado de bonos local existe una oportunidad mucho mas grande que la propia emisión de deuda. “Ofrecemos custodia a actores internacionales: si damos un buen servicio, tenemos la posibilidad de que todas sus inversiones a fuera puedan ser canalizadas a través del DCV”, dice Yáñez. “Sin duda, las oportunidades de crecimiento parecen estar a fuera”.

De todas maneras, asegura que este crecimiento sería convenciendo a grandes clientes y no comprando otros operadores, por ser un sector altamente consolidado.

La esperanza es que algunos de esos clientes lleguen a través de la plataforma de Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), aunque este, en sus ya seis años de funcionamiento, no ha logrado captar la atención de los inversionistas: las operaciones totales desde 2011 a la fecha apenas superan los US$455 millones, algo así como cinco días de operaciones de la Bolsa de Santiago. Otros proyectos, como el que permitió que en la bolsa local se transaran acciones estadounidenses, tampoco han generado interés.

De todas maneras, el DCV y sus contrapartes en la región trabajan para aumentar el interés en esas alternativas, apuntalando las deficiencias en el modelo de liquidación y los esquemas de riesgo, que unas de las principales trabas que han encontrado los inversionistas.

Una crítica que enfrentó el DCV hace algunos años fue la baja cantidad de cuentas abiertas en el sistema, las que correspondían en su mayoría a institucionales y corredoras, causando problemas de mal uso de acciones. “La falta de cuentamandantes genera espacio para que los valores puedan ser mal utilizados por terceros, ya que el propietario real jamás sabe lo que está pasando”, explica un ex alto funcionario de la SVS, quien pidió reserva de su nombre.

Yáñez dice que asumieron esa crítica: “Hicimos un esfuerzo para que se masificaran las cuentas y bajamos el costo de apertura a cero”, dice.

LAS ENSEÑANZAS DEL BITCOIN

Esta búsqueda de crecimiento está sustentada en un importante componente de las operaciones actuales del DCV: la tecnología. Es que la sustitución de la bóveda de Huérfanos por datacenters no son solo parte de un plan de modernización, sino que la forma en que se trabaja hoy en el negocio.

“El DCV tiene que ser muy potente en la parte tecnológica”, dice Yáñez. “Estamos en la cadena de valor de una transacción en el mercado bursátil, por lo tanto, tenemos que ser confiables y seguros”.

Y quizás uno de los mayores cambios en la materia es el que ha introducido el blockchain. Esta tecnología llegó al mundo de la mano del bitcoin y consiste en registrar todas las transferencias de valores en un libro digital, el que no puede ser modificado, por lo que permite seguir y notariar las operaciones.

“El blockchain ha tenido una irrupción potente en la industria financiera, por lo que, consientes de eso, estamos trabajando la posibilidad de ser parte de esos cambios”, explica Javier Jara, gerente comercial y asuntos legales del DCV.

Para eso la institución trabaja en varios frentes. El primero de ellos es su reciente incorporación a un grupo de pares a nivel mundial, dedicados a estudiar casos de uso con tecnología blockchain asociado a operaciones de depósitos de valores.

Además, la compañía definió crear una unidad con una mayor dedicación al estudio de esta y otras tecnologías. “Decidimos apostar por investigación y desarrollo, con gente y recursos para tener una mejor visión”, explica Jara.

A esto, se suman las lógicas preocupaciones por la ciberseguridad, en especial cuando se custodian US$ 330.000 millones en valores, entre acciones, bonos de empresas y fiscales, intermediación financiera, cuotas de fondos mutuos y de inversión y bonos de reconocimiento del sistema previsional.

 

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